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“Las mentiras y el cerebro”


Mentir activa varias áreas cerebrales que a su vez se expresan a través de la conducta, el análisis de información, la memoria y la proyección de nuestra atención. Por lo que, el cerebro de una persona que miente incrementa su metabolismo (consumo de oxígeno y glucosa) entre un 5 y un 10% durante el proceso de elaborar, decir y mantener una mentira.

Al decir una mentira se incrementa la llegada de sangre a la corteza prefrotal ventro-lateral, giro del cíngulo, corteza temporal y parte del sistema límbico, en especial el área tegmental ventral, núcleo acucumbens y amídala cerebral. En otras palabras, el cerebro al mentir trata de ser "inteligente" y lo hace a través de áreas que proyectan planeación y memoria, sin embargo, también genera emociones y expectativa. Decir y soportar una mentira se acompaña de lógica e ingenio asociada a emociones que aceleran el ritmo cardiaco y la respiración. Sin embargo, al activar zonas emotivas, permite identificar que también mentir nos hace irracionales a corto plazo.

Las redes neuronales que mienten son las mismas que se involucran en conductas anti-sociales y pueden generar adicción.

Un mentiroso al saber que puede ser descubierto incrementa sus niveles de adrenalina, glutamato y cortisol, por lo que cada vez planifica mejor las mentiras y evalúa más rpido el alcance de los resultados. De esta manera el cerebro involucra contenidos falsos. Quien miente puede decirlos y mantenerlos, con el tiempo y puede desensibilizarse o disminuir la culpa de su contenido afectivo-conductual, adaptándose a perder los límites de decirlos para obtener recompensas o sentir la necesidad de decir más para generar emoción y placer.


Los neurotransmisores involucrados en el proceso son muchos y se pueden separar de acuerdo con el curso temporal, decirle a alguien "te ves super bien" o "que rica te quedó la comida", sabiendo que esto no es cierto, incrementa neurotransmisores en el cerebro como el glutamato, GABA y dopamina. esto nos hace poner atención en la mirada y palabras inmediatas como respuesta a quien le mentimos. Gradualmente nos abraza la emoción y esto se debe a que se incrementa la liberación de noradrenalina y serotonina. Si la mentira continúa, el proceso recluta neurotransmisores asociados al aprendizaje como acetilcolina y puede involucrar el procesamiento de factores de crecimiento neuronal, que pueden activar genes neuronales para formar proteínas que fortalecen las conexiones neurales.

No obstante, al crearse nuevas redes o sinapsis en relación a datos falsos o equivocos ello genera una pérdida de la objetividad ante diversos problemas que requieren la intervención de la corteza prefrontal, lo cual en consecuencia disminuye paulatinamente la creatividad hasta que el mentiroso se ve acorralado.

Las mentiras y su intento por soportarlas puede llevar a una conducta que se acerque a trastornos de la personalidad. Los mitómanos creen sus mentiras, las comparten, las mantienen y viven a través de ellas. Los compulsivos, los depresivos o aquellos que tienen trastorno limítrofe de la personalidad asocian el ocultar la realidad con un proceso "normal" y justificado.

Desde hace unas décadas y en vista de los grandes avances en las técnicas de diagnóstico, es la neurociencia quien nos está ofreciendo una información más valiosa a la vez que inquietante. ¿La razón? Si dijéramos en este mismo momento que la personalidad deshonesta es el resultado del entrenamiento y la habituación continua es posible que más de uno se sienta sorprendido.




Quien empieza con las pequeñas mentiras y hace de ellas un hábito, induce al cerebro a un estado progresivo de desensibilización. Poco a poco, las grandes mentiras duelen menos y se convierten en un estilo de vida…

Hay personas que mienten y !no lo saben! La criptomnesia nos hace decir cosas como si en verdad nos hubieran sucedido. Es un plagio de información.

En la actualidad muchas personas a través del uso de redes sociales se han vuelto más mentirosas. El 70% de los avatares e información relacionada con la edad, peso y estado civil son falsos en facebook y twitter.

Tali Sharot, profesora de neurociencia cognitiva del University College de Londres nos indica que, efectivamente, hay un componente biológico, pero también un proceso de entrenamiento. Así, la estructura cerebral que se relaciona de forma directa con estas conductas deshonestas es sin duda la amígdala. El cerebro del mentiroso pasaría en realidad por un sofisticado proceso de auto-entrenamiento donde acabar prescindiendo de toda emoción o sentimiento de culpa.

En la revista “Nature Neuroscience” tenemos un artículo muy completo publicado en el 2017, donde se detalla lo antes comentado.

La mentira hace trabajar al cerebro de un modo diferente


Quien miente necesita dos cosas: memoria y frialdad emocional. Esto mismo es lo que nos indican en uno de los libros más completos sobre el cerebro de un mentiroso: “Por qué mentimos… en especial a nosotros mismos: La ciencia del engaño” del catedrático de psicología Dan Ariely. Asimismo, también se nos invita a descubrir otros procesos neurológicos no menos interesantes sobre el tema.

En un experimento realizado por el propio doctor Ariely reveló que la estructura cerebral de los mentirosos patológicos dispone de un 14% menos de sustancia gris. Sin embargo, presentaban entre un 22 y 26% más de materia blanca en la corteza prefrontal ¿Qué significa esto? Básicamente que el cerebro de un mentiroso establece muchas más conexiones entre sus recuerdos y sus ideas. Esa mayor conectividad les permite dar consistencia a sus mentiras y un acceso más rápido a esas asociaciones.

Todos estos datos nos dan una pista sobre cómo la deshonestidad se gesta desde dentro, desde esos procesos cognitivos que van adquiriendo poco a poco mayor solvencia a medida que los practicamos, a medida que nuestro cerebro deja también de añadir el componente emocional a esos actos.

Así, el doctor Airely no deja de ver en estas prácticas algo ciertamente aterrador. El hecho de que la amígdala deje de reaccionar ante ciertos hechos revela a su vez que estamos perdiendo eso que, de algún modo nos hace humanos. Quien ya no ve que sus actos tienen consecuencias sobre los demás, pierde su nobleza, la bondad natural que supuestamente, debería definirnos a todos.

El cerebro de un mentiroso se conforma a raíz de un conjunto de motivaciones oscuras. Podríamos decir que tras esa persona que opta por hacer de la mentira su forma de vida, hay una serie de fines muy concretos: deseo de poder, de estatus, de dominación, interés personal… Es la ideología de quien decide en un momento dado, priorizarse a sí mismo por encima de los demás. Y nada puede ser más inquietante.


Referencia bibliográfica:


Un clavado a tu cerebro.- Dr. Eduardo Calixto González.

La mente es maravillosa.- Psicóloga Valeria Sabater.

“Nature Neuroscience” The brain adapts to dishonesty.

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