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Foto del escritorConsejo Mexicano Neurociencias

"¿Que es la memoria?


Escribía el neurocientífico Gary F. Marcus que "nuestra memoria es al mismo tiempo espectacular y una fuente constante de decepción: podemos reconocer fotos de nuestros cumpleaños o eventos importantes aún décadas después, y sin embargo ser incapaces de recordar lo que desayunamos ayer".

La paradoja insinuada por Marcus refleja el misterio de una función cerebral que ha despertado la curiosidad del ser humano a lo largo de la historia. Una gran parte de lo que cada uno somos está en nuestra memoria, un tesoro que guardamos con celo y del que depende en buena medida nuestra identidad personal, al que confiamos nuestros recuerdos y habilidades, y en el que nos basamos para elaborar nuestros sueños y fantasías.


En la antigüedad se consideraba a la memoria una de las tres facultades del alma que diferencian al ser humano del resto de las especies, por lo que se suponía un origen divino o sobrenatural. No fue sino hasta el comienzo de la ciencia moderna cuando empezó a entenderse que se trata de una función del cerebro cuyo alcance real no se limita a ser el almacén de nuestro pasado, sino también el sustento de nuestra conducta aprendida. La memoria configura nuestro "yo" en continuidad con nuestra historia, nos permite construir relaciones causa-efecto y nos dota de cierta capacidad predictiva para construir escenarios posibles a partir de la experiencia.


Por tanto, la memoria es una función integral del cerebro que penetra y capilariza cada uno de nuestros actos como se pone de manifiesto cuando nos falta, como ocurre en la enfermedad de Alzheimer y otras donde las alteraciones de esta capacidad juegan un papel central. Desentrañar esta complejidad es el reto que la ciencia prosigue: entender el funcionamiento de sus mecanismos para aprender a intervenir sobre ellos. La posibilidad de manipular la memoria pondría a nuestro alcance la oportunidad de corregir errores, reparar daños y rescatar recuerdos perdidos. En un futuro que hoy ya estamos construyendo, la conexión de nuestra memoria biológica con dispositivos tecnológicos nos abrirá todo un universo de nuevas aplicaciones, como alimentar la potencia de nuestra memoria, borrar recuerdos traumáticos o incluso transferirlos a otros soportes, además de permitirnos desarrollar nuevas prótesis artificiales avanzadas. A juzgar por los progresos tecnológicos actuales, este es un escenario al que podremos llegar a lo largo del presente siglo, pero son muchos los desafíos que habrá que superar.


"Gran parte de lo que nos hace humanos está en nuestro cerebro. Y mucho se lo debemos a la memoria, la capacidad que nos permite recordar lo pasado para proyectarlo al futuro y aprender de él.

¿Que es la memoria y como funciona? La vida todavía está desentrañando este complejo proceso cerebral".


Al intentar profundizar en las entrañas de la memoria, los investigadores se embarcaron en una aventura cuya envergadura apenas imaginaban. Fue un ejercicio improbo de arañar la superficie de la conducta observable el que fue descubierto las piezas del puzle de la memoria. El progreso en el campo de la memoria está proporcionando un conocimiento acumulativo en el que los avances que esperamos en los años venideros siguen y seguirán refiriéndose a los modelos descritos en los albores de la era moderna del conocimiento.


Las tecnologías convergentes buscar ver, en el sentido más literal de la palabra, como se refuerzan estas conexiones para dar lugar a la conducta. De esta forma, se ha establecido un hilo conductor del progreso en el conocimiento sobre la memoria cuyo hilvanado ha venido de la mano del desarrollo tecnológico, siendo cada vez más dependiente del mismo. Es un tópico que el cerebro es el enigma de mayor complejidad al que se enfrenta la humanidad. No carece pues, de lógica que la humanidad tenga que apoyarse en la palanca de la tecnología para desvelarlo, como es igualmente esperable que en momentos de convergencias disruptivas, como el que vivimos hoy, podamos esperar avances cualitativos.


Pese a su atractivo apasionante, hemos abandonado la cuestión durante mucho tiempo. En la investigación sobre la memoria, psicólogos y neurocientíficos han analizado sus distintas componentes: memoria perceptiva, semántica, episódica, procedimental y operativa, por ceñirnos a las familiares.

Esas distintas formas de la memoria tienen su justificación, su existencia propia, a veces su independencia relativa de unas con respecto a otras, y es necesario estudiarlas como tales, proceder a una "anatomía" de la función mnémica. Pero, ¿cuál es el fin de todo ello, si no se regresa al tema principal de estudio, ese objeto único y relevante que es la memoria, que fascina por igual a filósofos y escritores?


Es inevitable mencionar los trabajos de Santiago Ramón y Cajal, quien en su época, clarificó las características del sistema nervioso. Gracias a él se dilucidó la composición del tejido nervioso y se abrió la era en la que surgió un reto clave: descubrir el funcionamiento de las neuronas para producir los comportamientos que los investigadores estaban describiendo. Pero si los descubrimientos de Ramón y Cajal abrieron la puerta del cerebro, lo que ésta escondía era el objeto de investigación más complejo jamás abordado por la humanidad. Desde entonces el forcejeo para arrancar secretos al cerebro ha sido constante y muchas veces frustrante. Penetrar en una selva con miles de millones de neuronas y billones de conexiones entre ellas es una aventura para espíritus preparados.


Santiago Ramón y Cajal

Cada incógnita desvelada ha marcado hitos más que conquistando metas, porque cada respuesta ha suscitado nuevas preguntas. Así, los progresos en la investigación han cambiado el cariz de las interrogantes: ¿hay un conjunto de células propias de la memoria?; ¿que elementos forman la traza física de la memoria?; ¿existe un código cerebral?. De ser así ¿hay un código específico para la memoria? ¿como se traduce una experiencia a este supuesto código código neuronal? ¿como se materializa en términos de la conducta? ¿hay diferentes códigos y huellas cerebrales para cada tipo de memoria?.


El listado de preguntas es interminable y responderlas sería una misión hercúlea. Afortunadamente el desarrollo de la tecnología ha sido espectacular, permitiendo el acceso a las profundidades moleculares y el avance en la construcción de una teoría general de la memoria, que probablemente en este siglo puede ser develada.


Referencias:

Carlson, Neil R., Fisiología de la conducta, Madrid, Pearson, 2014.

Gazzaniga, Michael S., ¿Que nos hace humanos? La explicación científica de nuestra singularidad como especie, Barcelona, Paidós Ibérica, 2010.

Hall, John E., Guyton y Hall. Tratado de Fisiología médica, Barcelona, Elsevier, 2016.

Purves, Dale, Neurociencia cognitiva, Madrid, Panamericana 2014.

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