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Foto del escritorConsejo Mexicano Neurociencias

El estrés y el cerebro



Uno de los grandes mitos que rodean al estrés es que siempre está asociado a una circunstancia negativa. Percibir la sensación de estrés moderado no es en realidad algo malo, el estrés puede incluso ser el impulso que permita adoptar un estado inmediato de atención. El estrés se clasifica en dos acepciones, el eustrés y el distrés; el primero, también denominado estrés positivo, es la respuesta que surge de modo natural en las personas cuando responden a una situación que requiere una activación y un esfuerzo elevado para ser resueltas. Se trata de un proceso de activación natural que es necesario a nivel biológico para adaptarse a diferentes situaciones vitales. Este tipo de estrés es el que aparece en situaciones como estudiar para un examen o realizar una actividad laboral de mayor esfuerzo cuya duración es limitada. El eustrés se percibe como una sensación de apremio que activa a las personas y que las hace más eficaces; en tanto que, el distrés también denominado estrés negativo, es la respuesta que una persona tiene ante una situación que lo supera. Este tipo de estrés provoca cansancio, fatiga y desgaste psicológico. Es el estrés más conocido y resulta muy perjudicial para la salud, tanto física como mental. Este tipo de estrés surge en situaciones tales como un conflicto o una gran carga de trabajo, causando desequilibrio en la química hormonal debido a la ausencia de gestión emocional.


Ocho de cada diez personas que acuden a consulta médica, padecen un problema de salud relacionado directa o indirectamente con el manejo inadecuado del estrés crónico. El nivel elevado de cortisol, es el marcador de un estrés crónico. Este exceso hormonal es el responsable de provocar dolores de cabeza repetitivos, relacionado también con problemas de obesidad reactiva que se genera por comer mucho ante diversas eventualidades, se asocia con la osteoporosis, la colitis e incluso con padecimientos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y el inicio de adicciones a sustancias. Algunos signos del estrés son frecuentemente el mal humor, el agotamiento constante, perder la concentración de lo que se está realizando y en muchos casos afecta la memoria.


El estrés es una respuesta fisiológica que aparece ante lo inesperado o ante condiciones que nos resultan incómodas o peligrosas. El cerebro es el órgano que inicia, lo mantiene y lo hace crónico. Son varias estructuras neuronales que están involucradas con el estrés: el hipotálamo, el hipocampo, la amígdala, el giro cingulado y la ínsula.


Cuando estas estructuras detectan algo anormal o fuera de lo común, se envía una señal a la hipófisis que a su vez activa por vía hormonal a unas glándulas que se encuentran arriba de los riñones (glándulas suprarrenales) las cuales responden liberando una hormona llamada cortisol, la cual es un activador a mediano-largo plazo de nuestro organismo. El resultado de elevar el cortisol en la sangre es incrementar los niveles de glucosa para todo el cuerpo, a efecto de que trabajen con mayor eficacia en estados de presión, lo cual no resulta perjudicial cuando de periodos de tiempo cortos se trate, más no así si acontece por horas o días.


Si esta sensación perdura dura días, semanas o meses, el cerebro físicamente comienza a cambiar, ya que el cortisol puede matar neuronas que se encuentran en el hipocampo, disminuyendo la capacidad de memorizar. Los primeros resultados adversos de tener un estrés crónico es disminuir la memoria. Además, el estrés crónico disminuye la respuesta inmunológica cuya consecuencia es predisponer a enfermedades infecciosas o autoinmunes. Una huella biológica del estrés es que este puede cambiar algunos genes y que estos se vean afectados en futuras generaciones predisponiendo a las futuras generaciones a padecer con mayor facilidad de estrés.


En el estrés crónico gradualmente la protección del cerebro se va perdiendo. La barrera hematoencefálica y las células que protegen a las neuronas conocidas como glía, con el estrés disminuyen. Este es el inicio de tumores, infecciones cerebrales o enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple.



Específicamente en el estrés la muerte neuronal es consecuencia de dos eventos: 1) el incremento de la producción de radicales libres (partículas que agreden a las membranas celulares); 2) el incremento de la entrada de calcio a las neuronas, generando una señal de muerte a mediano plazo. Tratando de activar nuestro cerebro, el cortisol resulta ser tóxico a largo plazo.


Además de las neuronas, cuando las células del cuerpo se encuentran en estrés, cambian su división celular, es decir, es prefieren morir. La parte que tiene la información genética en nuestro ADN cambia su lectura y protección. Una célula se hace vulnerable, ya no se divide y muere más rápido. Este proceso lo llevan a cabo células del sistema inmune, musculares, vasculares y de glándulas que producen diversas hormonas.


Un estrés agudo que se resuelve a corto plazo mejora la memoria (eustrés), en contraste, el distrés es fatal al momento de recordar detalles. El estrés a etapas más tempranas es un factor que favorece aún más la muerte neuronal y la pérdida de la memoria. La tensión constante es perjudicial tanto par el cerebro como para el sistema circulatorio, inmunológico y endócrino. Lejos de un estigma de moda y efímero, el estrés crónico deja huellas permanentes. La buena noticia es que podemos controlarlo haciendo ejercicio, meditando, teniendo un buen descanso y llevando una dieta adecuada. Lo más importante es saberlo detectar y en su caso pedir ayuda profesional.



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